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Aitana Carrasco
Presentación de la charla de Aitana Carrasco en el Centro Cultural Las Cigarreras, de Alicante
"La cuestión es que las ilustraciones de Aitana, quizá por estar hechas con los mismos mimbres, me recuerdan lo que yo sentía al mirar aquellas otras imágenes de mis libros escolares de lectura: la alegría del sol de la mañana en los columpios y la poesía contenida y elegante de aquellos personajes que iban a todas partes en bicicleta sonriendo como acróbatas."

Pablo Auladell / / 23 de octubre de 2012

Cito de memoria: Aitana, Aitaneta, Aitana la Finlandesa, Aitana Carrasco Inglés. La primera vez que supe de ella fue hace ya algunos años: me puso un mensaje en el blog, no recuerdo qué me decía pero sí recuerdo que no era el típico mensaje de ardillitazul “tus ilustraciones son mágicas”. También recuerdo su avatar, una foto como de mujer de época, una pelirroja con moño y mirada de poetisa de ultramar, una especie de marquesa insolente y soñadora. Así que me pasé por su bitácora.

Después de años de felicitaciones mutuas por sus monas/Ramonas y por mis monos/sin más, finalmente nos conocimos personalmente en Valencia cuando recién regresaba de sus peripecias mexicanas. La encontré muy diferente a cómo me la había imaginado: no tenía nada de marquesa ni llevaba moño, aunque después de aquella tarde o aquella noche de oírla hablar y verla vivir un rato comprendí que igualmente no se alejaba mucho de lo que mi madre llamaría esa loquita.

Sin embargo, pese a toda esa voluntad poliédrica, a esa vitalidad un poco ingenua y naíf (me estoy haciendo mayor y todas las vitalidades me parecen ya ingenuas y naífes), a pesar, ya digo, de la manera que tiene de contarte que ha soñado con cosas rarísimas y de que la palabra que usa para decir que algo le gusta es chulífero, hay en ella una seriedad, una profesionalidad y una determinación en todo lo que hace que me conmueve y que es incontestable.

Sólo hay que echar un vistazo a su currículum: ha ganado premios de renombre como el A la orilla del Viento; sus libros han sido destacados en las prestigiosas listas del White Raven, del Banco del Libro de Venezuela y Los Favoritos de IBBY México; publica con las mejores editoriales, españolas e internacionales, como Kalandraka, el Fondo de Cultura Económica, SM u Océano; colabora con diversas revistas; su obra ha sido expuesta en diferentes países, cercanos y lejanos, e imparte cursos y talleres fascinantes tanto para niños como para adultos. En los últimos años es docente del Máster de Diseño e Ilustración de la Universidad Politécnica de Valencia.

Y todo a cuento de sus cuentos ilustrados, donde, como no podía ser de otra forma ya que somos lo que somos y no otra cosa, esta formidable ilustradora vierte toda esa personalidad que antes les desgranaba: efectivamente, hay distintas Aitanas en sus dibujos según se trate de un álbum infantil o de una incursión en solitario en pequeñas editoriales que miman sus productos o también si nos referimos a alguna de sus últimas obras, como Tras Tras Cucutrás, donde pareciera que ha empezado a combinar eficaz y festivamente todos los ingredientes que iban por separado en anteriores producciones.

Así, yo diría que Aitaneta es la que ha dibujado la dulzura y la ingenuidad, la alegría elemental como de patio de parvulario; Aitana la mexicana va y pone los azules indígenas y los amarillos de maíz, las formas esenciales como de muralista, los ojos grandes, y ese cierto primitivismo en la expresividad de sus personajes; Aitana la Finlandesa aporta los collages, de toque más europeo, mete un poco de drama a la cosa, esos peces equívocos, esas aves que se han equivocado al migrar (aunque Aitaneta enseguida trastoca un poco todo y añade el absurdo y la algarabía). Y por fin, Aitana Carrasco Inglés se sienta un momento, seria, y cuadra el círculo, consigue que realmente el juguete funcione después de dejar a las chicas divertirse un rato y mancharse el babi con los colorines, añade una languidez más clásica, un toque delicadísmo de la mímica de los grandes maestros, un detalle que estalla dulcemente en la composición y lo cambia todo.

Como todas las buenas ilustraciones, las de Aitana conmueven y fascinan, además de por servir magníficamente al texto al que acompañan, por remitirnos también a algo extrínseco a ese libro en concreto. En mi caso, me vienen a recordar los dibujos de unos libros de lectura que nos daban en el parvulario y que no he podido volver a contemplar desde entonces (Pablo Amargo me apuntó que quizá fueran obra de Miguel Ángel Pacheco)*. La cuestión es que las ilustraciones de Aitana, quizá por estar hechas con los mismos mimbres, me recuerdan lo que yo sentía al mirar aquellas otras imágenes de mis libros escolares de lectura: la alegría del sol de la mañana en los columpios y la poesía contenida y elegante de aquellos personajes que iban a todas partes en bicicleta sonriendo como acróbatas.

Y, ahora, les dejo con la sorpresa de saber cuál de todas esas Aitanas es la que ha venido a hablarnos esta tarde.

 

*Acabé descubriendo de qué dibujos se trataba y quién era el autor: las ilustraciones que José Ramón Sánchez realizó para libros escolares de lectura…

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